martes, 16 de enero de 2007

Ignacio -Acho- Almaenpena

Nadie sabe en qué momento cruzó el umbral, ni si llegó a cruzarlo del todo o si se quedó a mitad de camino de la nada. Es un ente amistoso aunque en numerosas ocasiones haga gala de un malhumor considerable y de un carácter serio, frío y bastante denso. Sus dos lugares favoritos de aparición terminan con el sufijo “teca” aunque difieren mucho entre sí: las biblio-tecas y las disco-tecas… Las bebidas espirituosas sirven para ganar su amistad temporal (típico socio de farra) y el que le regale un libro puede asegurarse su buena disposición por un largo tiempo. Quiere ser escritor desde que era un fantasmita pero por ahora se contenta con andar susurrando palabras a los vientos (especialmente al viento sur y sus derivados, el calor me hace mal). Se camufla bajo la apariencia de una persona normal y responsable desde las 8 hasta las 5, período durante el cual resulta por completo inofensivo como consecuencia de la camisa y la corbata. Su verdadera personalidad aflora por las noches, en las que deambula en busca de víctimas que tengan el valor y la poca prudencia de asomarse al interior de su abismo, lo cual -dicen quienes lo conocen- ha espantado a más de una. El apodo de cuatro letras -Acho- (variante del clásico que le correspondía por su nombre) se debió a las dificultades de pronunciación de sus primeros cinco años de vida, por lo cual prefirió suprimir la “N” inicial. También le dicen el Tigre Blanco y está en peligro de extinción.

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