viernes, 27 de julio de 2007

Maybell Lebrón - Cuentista

La realidad sin maquillaje y más.


Los buscadores de finales felices podrían quedar resentidos con los cuentos de Maybell Lebrón: en ellos se encara la realidad así como es. Y todos sabemos que finales felices y realidad se hallan separados -generalmente- por distancias enormes y para algunos casi infranqueables.

Hago un mea culpa: en cuanto a literatura soy una buscadora de finales felices. Pero no puedo hablar de insatisfacción ante estos cuentos, porque gracias a la experta pluma de su autora, ellos son esas imágenes que no queremos mirar, los episodios del pasado sobre los cuales preferimos no hablar y las pequeñas tragedias de la gente simple que es mejor ignorar. Estos cuentos nos llaman a abrir los ojos y eso puede llegar a sentirse como una espina en el alma. ¡Y cuánta pericia hay que tener para trasmutar en un cuento el grito de aquellos que sólo pueden reclamar desde sus miradas tristes! Para aprisionar en palabras la voz de quienes no la tienen. Un cuento así nos exige un corazón de verdad abierto para que resuene en él su mensaje.

Y en la otra cara de la moneda, esa misma realidad puede mostrarnos el lado amable de la vida y ser también la travesura de un niño, el amor que nace despacio y casi sin darnos cuenta, la mano amiga que se tiende al prójimo o la anécdota jocosa contada entre amigos. Con la misma habilidad expuesta para captar el clamor de los desvalidos, Maybell Lebrón nos habla de aquellos momentos que un día habremos de recordar con una sonrisa, demostrando su versatilidad como narradora y un profundo conocimiento del alma humana.

Quienes tienen -como yo- el gusto de conocer personalmente a la escritora sabrán que esa misma intensidad que anida y vibra en sus letras, emana de su persona con el brío del que ama la vida y todos sus desafíos, de quien no teme a los días por venir, sabiendo firmemente hundidas sus raíces en un tiempo vivido al máximo. Y transmitir esto último a través de las propias obras creo que puede considerarse más que un éxito.


(Pronto estaremos actualizando la sección Los Papeles de la Casa con poemas de la autora)


Comentario aparecido en la revista
Acción Cooperativa, Mayo 2007.

martes, 24 de julio de 2007

Maybell Lebrón - Poetisa

Cantar a la vida, con sus luces y sombras.

Dos poemarios nos traen los versos de Maybell Lebrón. “Puente a la Luz” y “Ayer, tal vez mañana” cumplen quizás con la regla de que lo bueno viene en raciones pequeñas. Pero son claramente suficientes para convencernos de la calidad literaria y la fuerza emocional de su autora.

La poesía de Maybell Lebrón es un canto a la vida que suena con todas sus notas. Hay melodías alegres como una explosión de color, también aquellas suaves de tardes grises y días sin tiempo, y los sonidos graves de los momentos difíciles. Todo ello con la maestría en el uso del lenguaje -culto, pero sin rebusques innecesarios- que sólo puede transmitir alguien muy hábil en el oficio de crear versos.

El momento sutil del alma iluminada, la imagen que persiste cual eco de la belleza, el instante breve y sencillo que nos recuerda la magia de estar vivos, la angustia ante lo desconocido, la protesta ante las injusticias de una sociedad que marca en sus miembros las cicatrices de la desigualdad, así como el amor y también la pasión, todo vive en estos poemas de gran luminosidad.

En los versos de esta autora, encarados desde la visión reflexiva de la edad madura, hallan también su justo y merecido espacio los recuerdos. Mediante frases precisas y altamente sugestivas, somos capaces de percibir la vívida imagen de quienes han ocupado un lugar importante en la existencia de la poetisa y hoy siguen viviendo en la hondura de sus afectos y en la fuerza de sus palabras.

Personalmente, soy un gran fanático de la poesía escrita por mujeres. Y en ese campo que es tan amplio, bello y profundo, Maybell Lebrón se instala en un lugar privilegiado gracias a sus propios colores, a sus personales matices, trazando con sus palabras pinceladas vivas e intensas como las del Van Gogh que decora la tapa de su primer poemario, estableciendo un verdadero Puente a la Luz. A esa luz que es la poesía para aquellas almas que necesitan alas.


(Pronto estaremos actualizando la sección Los Papeles de la Casa con poemas de la autora)

Comentario aparecido en la revista
Acción Cooperativa, Mayo 2007.

Breve Biografía de la Autora del Mes: Maybell Lebrón


Nació en Córdoba, Argentina, en el año 1923. Reside en el Paraguay desde 1930. Tiene obras editadas en los géneros de poesía, cuento y novela. Participó en los talleres de “Cuento Breve” de Hugo Rodríguez Alcalá y de “Poesía y narrativa” de Carlos Villagra Marsal.

Activa promotora de eventos culturales, fue secretaria de la Sociedad de Escritores del Paraguay (S.E.P.), fundadora y miembro de la terna directiva de Escritoras Paraguayas Asociadas (E.P.A.)

Tiene publicados en Arandurã Editorial "Memoria sin tiempo" (cuentos) en 1992, "Puente a la luz" (poemas) en 1994 y "Pancha" (novela) en 2000, ganadora del premio Roque Gaona 2000 otorgado por la Sociedad de Escritores del Paraguay. Esta novela ya con tres ediciones agotadas hasta el 2002 y una edición con propuesta didáctica para la serie educando de esta misma casa editorial.

Sus cuentos y poemas figuran en publicaciones culturales de nuestro país y del extranjero y se incluyen en la bibliografía de estudios secundarios y universitarios. Además ha sido seleccionada para diversas antologías publicadas en el Paraguay y el exterior, en castellano e inglés, así como en ensayos de España, Estados Unidos e Italia.


Fuente de la biografía: Arandura Editorial.


Y esto lo agregamos nosotros: los sábados por la tarde dirige un taller literario de jóvenes (y no tan jóvenes...) llamado "Salón de Lectura", desde el año 2003 del cual los habitantes de la casa abandonada somos orgullosos y agradecidos miembros.

lunes, 18 de junio de 2007

Juan Carlos Onetti

Bienvenido, Bob:
la silenciosa, perversa y sutil venganza.


Me recomendaron a Onetti hace poco tiempo. Accedí a varios cuentos y los leí sin demasiada emoción. Era una prosa excelente, eso es indiscutible. Pero por alguna extraña razón de química literaria los temas no llegaban a mover mi corazón. Hasta que di con el cuento titulado “Bienvenido, Bob”, el cual se situó inmediatamente en mi lista de grandes elegidos.

La literatura de Onetti es directamente admirable. Las frases fluyen, profundas, bellas y originales, hablando en un idioma que se sitúa mucho más allá de lo habitual, y que aún cuando es el intelecto quien lo interpreta, agita emociones que escapan incluso a la comprensión lógica para situarnos en el plano sicológico, donde el bien y el mal de nuestro yo luchan eternamente.

Muchos sentimientos y emociones que consideraríamos poco sanos reptan en las palabras de “Bienvenido, Bob”, cuyo título está cargado de una intensa y callada maldad que se deleita con el sufrir ajeno. Aún con razones diferentes pero paradójicamente semejantes, la frustración es intensa en los dos protagonistas, los cuales son al mismo tiempo agredido y agresor. Uno se enamoró y fue privado de su amor. El otro, el primer agresor, tenía grandes sueños como todo joven, con el mundo a sus pies. Y es en el recordar e insistir en la muerte de éstos que se consuma una de las más dolorosas venganzas imaginables. ¿Qué clase de ser vil, cuando ya estamos adentrados inevitablemente en la edad adulta, goza con recordarnos lo que soñamos una tibia noche de café con los amigos y después, en la vida diaria fría y gris, no pudimos alcanzar? Y, además, alienta en nosotros falsas esperanzas de que podemos lograrlo todavía.

Nunca se sabe en realidad, pero quizás es mejor entender que aquellos a quienes con nuestra arrogancia juvenil herimos, algún día podrían pasarnos la dolorosa factura de una silenciosa, perversa y sutil venganza. Así como el narrador protagonista del cuento se la pasa repetidamente al otrora gran Bob.


Leer el cuento "Bienvenido, Bob".


Comentario aparecido en la revista
Acción Cooperativa, Abril 2007.

Mario Benedetti

Puentes como liebres:
lo que hace de nosotros la vida.


Este es un cuento complejo de comentar. Y eso porque su perfección se siente en las profundidades del alma: el alma que percibe, comprende y comparte los interminables giros que habrán de dar los protagonistas en pos del encuentro supremo y la consagración suspendida por toda una vida.

No es un cuento complejo de leer, en absoluto. Atrapa desde el inicio, desde el epígrafe tan acertado de donde surge el título del cuento. El lenguaje es cotidiano, sencillo, con toques de singularidad, y es, sobretodo, muy fresco y simpático, tierno pero a la vez pícaro, cuando se convierte en las escasas frases compartidas por los personajes a lo largo de toda una existencia.

Hay varios temas orbitando en el cuento mas el eje central es el amor. Pero es el amor más raro, ése que no se consuma inmediatamente ni es posesivo y es capaz de entregarse en las manos del azar para que la vida haga de sus actores lo que quiera.

En “Puentes como liebres” sí que la vida lleva a sus protagonistas por caminos variados, alejados unos de otros por largos años, apenas con el permiso de encontrarse muy de cuando en cuando para ponerse al tanto y “contarse una vez más quienes son”. Hasta que un día finalmente el encuentro es el verdadero y el más profundo: la entrega total y ya sin impedimentos a un amor que supo mantenerse joven a través del tiempo y la distancia.

Hay mucha evolución personal: identificarse es fácil. Adolescencia, juventud, la adultez con los senderos que tal vez no pensamos recorrer, la vejez y su mirada contemplativa. Está también la historia de un país que se inmiscuye en la vida de sus habitantes y los transforma. Un amigo escritor, tocayo y connacional de este autor, me dijo que el cuento tiene mucho de local. Tiene razón: en los escritos de Benedetti se siente el pulso del devenir histórico de su nación. Pero posee a la vez el logro de los grandes narradores de la humanidad: la capacidad de convertir una historia personal en universal.


Leer el cuento "Puentes como Liebres".

(Aclaro que el formato del texto no es el correcto, si pueden conseguirlo en papel, mucho mejor)


Comentario aparecido en la revista
Acción Cooperativa, Abril 2007.

Breve Biografía de los Autores del Mes

Este mes tuvimos víctimas por partida doble: dos grandes escritores uruguayos cuyos apellidos tienen en común la desinencia...

Mario Benedetti y Juan Carlos Onetti


Mario Benedetti nació el 14 de septiembre del 1920, en el Paso de los Toros (Departamento de Tacuarembó, Uruguay), una ciudad a 200 kilómetros al norte de Montevideo. Vivió desde muy joven en la capital uruguaya y se educó en el Colegio Alemán y el Liceo Miranda. Trabajó, en Montevideo, como vendedor, taquígrafo, contable, funcionario público y periodista.

Entre 1938 y 1941 residió casi continuamente en Buenos Aires, pero en 1945 regresó a Montevideo y pasó a formar parte de la redacción del semanario Marcha, donde escribió hasta 1974, cuando la publicación fue clausurada por el régimen militar. En 1973, Benedetti se exiló y durante 12 años residió en Argentina, Perú, Cuba y España.

Cronología.



Juan Carlos Onetti nació en Montevideo, Uruguay, el 1° de julio de 1909. Se sabe muy poco acerca de su infancia. “Decir la infancia”, ha escrito, “implica sin remedio un fracaso equivalente a contar los sueños ( ... ). Recuerdo que mis padres estaban enamorados. El era un caballero y ella una dama esclavista del sur de Brasil. Y lo demás es secreto. Se trata de un santuario sagrado”. De joven, trabajó como portero, mozo de café, vendedor de entradas en el Estadio Centenario o empleado de una empresa de neumáticos. Se casó varias veces (la última con la violinista Dorotea Muhr, su actual mujer) y tiene dos hijos: Jorge (que es también un conocido escritor) e Isabel María.

En 1930 se traslada a Buenos Aires, donde al parecer fracasa como vendedor de máquinas de escribir. Hace periodismo (crónicas cinematográficas) en el diario Crítica. En 1933, el diario La Prensa publica uno de sus primeros cuentos. De 1934 a 1940 vive en Montevideo. Carlos Quijano funda en 1939 el semanario Marcha, en el que Onetti ocupa la secretaría de redacción y firma además con varios seudónimos. Publica su primera novela, El pozo (en tirada de sólo 500 ejemplares), que diversos críticos destacaron luego como piedra fundamental de la nueva narrativa uruguaya.

Desde 1941 hasta 1954 reside nuevamente en Buenos Aires, donde trabaja en la agencia Reuter y en las revistas Vea y Lea e Ímpetu. Publica asimismo cuentos y las novelas Tierra de nadie (1941), Para esta noche (1943), La vida breve (1950) y Los adioses (1954). En 1955 regresa a Montevideo, colabora en el diario Acción, de Luis Batlle Berres, y en 1957 es designado director de las Bibliotecas Municipales de Montevideo. Publica varios libros de cuentos (entre ellos, el notable El infierno tan temido, y las novelas El astillero (1961) y Junta cadáveres (1964).

En el presente, tanto Onetti en persona como su obra publicada han traspasado las fronteras del solar (montevideano o bonaerense) de origen. Del traslado personal cabe responsabilizar a la dictadura uruguaya (afortunadamente cancelada a partir de 1985) que encarceló a Onetti por el singular delito de haber integrado un jurado del semanario Marcha que premió un cuento de Nelson Marra, entendido por los censores castrenses como un mero circunloquio sobre la muerte violenta de un connotado torturador. Cuando por fin recuperó la libertad, la permanencia en Montevideo se hizo insoportable para el novelista, calificado entonces de “pornógrafo” por las autoridades militares, y en consecuencia emigró a España, donde el merecido prestigio y la amplia divulgación de sus libros no fueron inmediatos.

En realidad, pasaron algunos años antes de que la crítica y el lector españoles se decidieran a abordar ese mundo, tan peculiar, de taciturnos existenciales. Fue a partir del Premio Cervantes, que le fuera concedido en 1980, cuando la fama de Onetti se consolidó definitivamente. Sus tres. últimas novelas, publicadas, todas en España, son Dejemos hablar al viento (1979), Cuando entonces (1987) y Cuando ya no importe (1993).

Tanto los críticos uruguayos, aun los más rigurosos, como los escritores de distintas promociones, tendencias y grupos (separados a veces por agrias polémicas), llegan a una insólita unanimidad cuando se trata de juzgar elogiosamente a Onetti.

Ampliar la biografía.



Fuente de ambas biografías: Literatura.us


jueves, 3 de mayo de 2007

Josefina Plá 2

Así quiere ser mi poesía cuando grande.

Soy un deseo de todo con la nada en el centro
preñez vasta de incendios que no llega a tizón.
Un sueño vertical atado a un giro eterno.
Estrella a la que un negro agujero absorbió.
J. Plá, Soy.


Nunca planeé experimentar con la poesía seriamente. Con mi escepticismo innato respecto a temas amorosos, poco podían interesarme los cursis vericuetos líricos. Hasta el día radiante en el cual descubrí que existían otras voces. Un poema de Borges arrojó la primera piedra. Pero fue la obra de Josefina Plá la que terminó de romper las estructuras de mis prejuicios, ayudándome a ver nuevas posibilidades de creación entre los pedazos.

Si mi amigo comentarista de la columna de al lado encontró en las palabras de la poetisa un boceto nítido de su ideal, yo descubrí algo igual de importante: una gran referente literaria. Fue una de las primeras veces que admití seriamente: “así quiero escribir algún día”.

Expresar con bellas y justas palabras el orgullo y la responsabilidad de ser mujer. Encarar en verso los vaivenes de la existencia, como el faro solitario y firme resiste las furiosas olas del mar. Caminar sin miedo y recia hacia el día fatal. Hay tantos aciertos en los poemas de Josefina que cualquier listado se quedaría inevitablemente corto.

Lo que más admiro de ella es su voz capaz de erguirse como única, propia de alguien que no tuvo reparos en trasladar su vida al otro extremo del mundo en pos de lo querido. Tomó decisiones y supo asumir las consecuencias, más allá de los aciertos y errores. Hizo de la erosión de la vida la fuerza transformadora de su obra, creando así una hermosa escultura.

Además de su lírica admiro su gran versatilidad, al incursionar en tantas ramas del arte. Escritura, grabado, muralismo, cerámica, crítica y más... Y también me encantó su amor por sus decenas de gatos que la rodearon hasta sus días finales, como una última y clara prueba de que quien tiene en su interior una fuerza, como de volcán en erupción, no sabe quedarse quieta ni un momento: crea, recrea y se entrega, segundo a segundo.




Comentario aparecido en la revista
Acción Cooperativa, Marzo 2007.

Josefina Plá 1

Un madero para aguantar el naufragio.

Yo podría besarte con el beso sin nombre,
¡único que la sed de vivir puede saciar!
¿Podrías encender con tus labios de hombre
en mis labios la brasa de ese beso inmortal?
J. Plá, Yo podría.

En ese tiempo oscuro de diarias tragedias griegas que es la adolescencia me vi envuelto en un primer noviazgo consagrado después en mi primera desilusión amorosa. Y el futuro–pseudo–escritor que era en esos tiempos –y aún soy– se hundió en las lágrimas tristes de un corazón con moretones. Así, a los 17 años, a consecuencia de los destrozos causados por una mutua impericia en el manejo de una relación, me convencí de que no habría en el mundo “la mujer” para mí. Curiosa muerte de un ideal que apenas empezaba entonces a nacer.

Pero el melodrama necesitaba un final redentor: el hallazgo de un libro convertido en el madero que me salvó de ese naufragio. Era mi primer y deslumbrado contacto con las Poesías Completas de Josefina Plá. Su expresión femenina, rezumante de personalidad y fuerza, resucitó la esperanza.

La decidida oscuridad de algunos versos, el pararse de cara al dolor y firme, sin vacilar un paso ante él, la resignación sabia y sin tragedias, fueron características que aprendí a apreciar a medida que crecí. Porque desde el primer día en que conocí a Josefina Plá a través de sus escritos, vuelvo a ella constantemente, en tiempos de dolor y también de fiesta. Y siempre hay en sus páginas una caricia suave, una pregunta punzante, un reclamo profundo o una herida ardiente narrando alguna historia. Hay, en fin, algo capaz de despertar un alma dormida entre las brumas de lo cotidiano.

Poco podría hablarles de estilo y características resaltantes de un modo académico. Yo, como amateur de la literatura apenas, sólo puedo, en breves líneas, relatarles sentimientos: esas ágiles elevaciones del espíritu a las cuales la buena poesía lleva.

Entonces, redondeando esta pequeña opinión, digo que por obras como las de Josefina Plá es que leer poesía vale la pena.


Comentario aparecido en la revista
Acción Cooperativa, Marzo 2007.

Breve Biografía del Autor del Mes: Josefina Plá.


Nació en Fuerteventura en 1909. Siendo todavía una niña se trasladó con su familia a San Sebastián, en Gipuzkoa. Desde muy joven publicó sus primeros poemas en la revista Donostia. Se casó con el ceramista paraguayo Andrés Campos Cervera y viajó a aquel país a los dieciocho años, estableciendo allí su residencia definitiva. Su obra abarca el teatro, la narrativa, la poesía, las artes plásticas, el periodismo escrito y radiofónico, la crítica de arte, la investigación histórica y el ensayo. Colaboró en los diarios La Nación, La Tribuna y El Orden. En este último creó una sección fija de reseñas de libros de poesía. Fue secretaria de redacción de El Liberal. Contribuyó a la creación del teatro nacional paraguayo, en estrecha colaboración con el dramaturgo y actor Roque Centurión Miranda. Viajó a Europa con su marido en dos ocasiones (1930-1932 y 1935-1938). En el segundo viaje, la guerra civil española sorprendió al matrimonio en Valencia. No pudieron regresar a su país y allí enfermó y murió su marido. Ella volvió sola a Paraguay en 1938 y continuó su actividad cultural: escribió para el teatro, creó una escuela de cerámica, enseñó en la Escuela de Arte Escénico y encabezó el movimiento renovador de la poesía paraguaya, junto con el novelista Augusto Roa Bastos y con el poeta Hérib Campos Cervera. Ha publicado: El precio de los sueños (1934), La raíz y la aurora (1960), Rostros en el agua (1963), Invención de la muerte (1965), Satélites oscuros (1966), El polvo enamorado (1968). Es autora también de la novela La mano en la tierra (1963) y de las obras teatrales Episodios caraqueños (1944) e Historia de un número (1968). Asimismo ha publicado diversos ensayos y antologías sobre la poesía paraguaya y una monografía sobre la obra cerámica de su marido. Fue miembro numerario de la Academia Paraguaya de la Lengua Española y de la Academia Paraguaya de la Historia. Perteneció al PEN Club Paraguayo y al Instituto de Cultura Hispánica, entre otros. Ha sido nombrada Miembro de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), del Instituto de Investigaciones Históricas y de la Academia Hispanoamericana Rubén Darío. Recibió el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Asunción y el premio de Investigación Teatral del CELCIT. Como artista plástica recibió diversos galardones internacionales y sus obras figuran en prestigiosos museos.


Fuente de la Biografía: Ediciones Idea.

sábado, 17 de marzo de 2007

Julio Cortázar 2

Final del Juego: el dolor de la despedida.

El dolor de una despedida que ni siquiera nos damos cuenta de que es tal cosa, porque cuando somos niños, tontamente, nos morimos de ganas de crecer. Deseamos experimentar toda la vida de los adultos, ser dueños de esa libertad que creemos ilimitada, el famoso “poder hacer lo que quiero”. ¡Qué ironía! Al hacernos grandes sólo sabemos añorar aquellos días libres de responsabilidades, cuyas horas llenábamos con interminables juegos. Y recordamos las tardes lejanas en que éramos los soberanos de nuestros mundos fantásticos, donde podíamos ser héroes y malvados. Donde, paradójicamente, podíamos hacer lo que queríamos.

Final del juego es un cuento con aires tristes. Las protagonistas son tres nenas orgullosas de sus travesuras, que se divierten sobre todo con un juego, desconocido para la mamá y la tía, porque se escapan a jugarlo de siesta, mientras ellas duermen. Cuando el tren pasa cerca de la casa, se las ingenian con los más variados ornamentos para convertirse en estatuas o personificar actitudes. Y todo está bien, todo es un simple juego, hasta que uno de los espectadores del tren se convierte en protagonista. Un muchacho unos años mayor que ellas se fija, especialmente en una de las hermanas, marcando el límite de la infancia y la caída al abismo de la adolescencia. Desde que aparece Ariel el mundo ya no es el mismo, las relaciones se vuelven más complejas y es obligatorio mirarlo todo a través de un cristal muy diferente.

Me gustan varios aspectos de este cuento: lo maravilloso del mundo infantil que florece con sus juegos más allá de la vista de los adultos, el momento crítico de la transición, la primera herida antes de comprender siquiera que eso es, al final de cuentas, crecer.

No puedo identificar qué momento marcó mi final del juego. Si hoy supiera llegar hasta allí, me encantaría no leer las señales de la vida, que pasa veloz como el tren. Quisiera no ver al espectador convertido en protagonista, alejarme de él, indiferente, sin ninguna marca en mi corazón o mis retinas. Pero qué más da: es imposible y de seguro tampoco haría lo que ahora digo, pues aquello fue la emoción de ese momento, como lo fue para las chicas de Final del juego, y yo tenía, como ellas, todo el derecho a disfrutarlo, sufrirlo, sentir las emociones que traía.

Quizás, al reflexionar, nos demos cuenta de que es una bendición estar condenados a caminar sólo hacia adelante.


Leer el Cuento Final del Juego.


Comentario aparecido en la revista
Acción Cooperativa, Febrero 2007.

Julio Cortázar 1

La noche boca arriba: el reverso de la ficción.


Antes que nada: si no leyeron el cuento, este comentario podría adelantarles el final. Si no les importa, continúen.

Me declaro fan de Cortázar. Y éste es uno de mis cuentos favoritos, uno de mis pocos amores a la primera leída. Porque yo no me enamoro fácilmente, menos aún de los cuentos, con quienes soy todavía más exigente que con las personas (quizá porque en esas decisiones nunca influyen los efectos del alcohol…).

Cuando era chico conocí una leyenda urbana según la cual dormir boca arriba produce pesadillas. Tardé en comprobarlo, ya que siempre dormí boca abajo. Hasta que los ensayos de la agotadora vida adulta me hicieron desarrollar la capacidad de dormirme en cualquier lugar y posición. Y encontré certeza en la leyenda: las pesadillas eran más frecuentes al dormir boca arriba.

Ése es el quid de este cuento de virtudes muy destacables, que comienza sencillo pero atrapa inmediatamente. Un hombre sale en su moto pensando en llegar a algún lado, como cualquiera de nosotros, un día normal. El inevitable accidente trunca su viaje y se ve arrojado al pavimento por esquivar a la mujer que cruzó la calle aún cuando el semáforo daba luz verde. En la cama del hospital, con el brazo enyesado colgando de un aparato, empieza su noche boca arriba: comienzan las pesadillas. Y como dos extremos de diferente color que se degradan hacia el medio hasta el punto de mezclarse y no poder determinar dónde termina uno y comienza el otro, así se mezclan en esta historia pesadilla y realidad. Los sueños hablan de épocas antiguas, de un tiempo sagrado para los aztecas en el cual cazaban hombres de otras tribus, y los hacían ofrenda para sus dioses en un ritual cuyo cenit también le llegaba a la víctima boca arriba. La paz del hospital, la almohada blanda y la botella de agua contrastan con la desesperación de quien huye de sus cazadores a través de las ciénagas, aferrando con terror el amuleto que lo une a sus propios dioses, en un ruego por apartar el mal. Al final, cuando se acerca la madrugada, los límites se desdibujan y la ficción se da vuelta. Uno deja de ser cuanto creía, y lo de antes parece un ridículo sueño de bienestar ante la cruda realidad del horror.

En este cuento resplandece la maestría de Cortázar y además lo deja a uno imaginando. ¿Nunca tuvieron la sensación de que esta vida no es sino el fragmentado sueño de ese otro que ya fuimos o habremos de ser? Las tierras oníricas son para nosotros un mundo extraño. A veces un cómodo refugio, otras, un infierno del que huimos gustosos, agradeciendo al cielo por haber despertado. Hasta que llega el día en el cual ya no lo hacemos.


Leer el Cuento La noche boca arriba.


Comentario aparecido en la revista
Acción Cooperativa, Febrero 2007.

Breve Biografía del Autor del Mes: Julio Cortázar.


Julio Cortázar nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914, de padres argentinos. Llegó a Argentina a los cuatro años de edad. Pasó la infancia en Bánfield, un suburbio de Buenos Aires. En 1932 se graduó como maestro de escuela e inició estudios en la Universidad de Buenos Aires los que debió abandonar por razones económicas. Enseñó literatura francesa en la Universidad de Cuyo, Mendoza y renunció a su cargo por desacuerdos con el gobierno. En 1951 se trasladó a París donde trabajó como traductor independiente. En 1938 publicó, con el seudónimo Julio Denis, el libro de sonetos Presencia.

En 1949 aparece su obra dramática Los reyes. Dos años después, en 1951, publica Bestiario. A partir de los años sesenta se difunden los textos que le dieron renombre internacional, las novelas: Los premios (1960), Rayuela (1963), 62/ Modelo para armar (1968) y Libro de Manuel (1973). Otros libros que incluyen relatos, cuentos y géneros híbridos (ensayos, crónicas, cuentos, mini-ficciones y textos humorísticos) son: Final de juego (1956), Las armas secretas (1959), Historias de cronopios y famas (1962), Todos los fuegos el fuego (1966), La vuelta al día en ochenta mundos (1967), Último round (1968), Octaedro (1974), Alguien que anda por ahí (1977), Un tal Lucas (1979), Queremos tanto a Glenda (1980), Deshoras (1982). En 1984 recibió de manos de Ernesto Cardenal (poeta y entonces Ministro de Cultura de Nicaragua) la "Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío". Murió en París el 12 de febrero de 1984. Ese año en México se publicó el poemario Salvo el crepúsculo. A partir de 1986 han visto la luz las obras completas de Cortázar, incluso aquellas que habían permanecido inéditas. Su obra es un homenaje a la fantasía, el humor, la imaginación creadora y el manejo magistral del lenguaje.


Fuente de la Biografía: Red Escolar.

miércoles, 17 de enero de 2007

Elia De las Ruinas

En otro tiempo, al parecer, fue una estatua. Incluso hasta hoy tiene la mala costumbre de quedarse como petrificada en el jardín de la Casa Abandonada, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en ningún punto en particular. Se considera una espectadora de la vida, rara vez protagonista, y sus ansias de aventuras se dan por satisfechas con aquellas que se arremolinan en su siempre agitada mente. Adora andar sola por ahí, y si los tiempos que corren no estuvieran tan profundamente afectados por la inseguridad reinante, andaría mucho más sola todavía, y tendría el coraje de ir sola a lugares mucho más lejanos y… solitarios. Es posible reconocerla porque sonríe o hace comentarios entre dientes aunque a su lado, en apariencia, no haya nadie. Y vale recalcar la expresión “en apariencia”, porque para ella, nunca deja de haber alguien. Viaja constantemente acompañada de los miles de personajes que habitan los recovecos de su laberinto individual y son éstos los infatigables compañeros de las tropelías ya señaladas. Un débil brote de su lado oscuro la habita igualmente siempre, aunque, por lo general, sin consecuencias perceptibles, ocultado el pobre por el disfraz de ser sociable que utiliza día tras día pero que al final tampoco es capaz de ocultar del todo su naturaleza ruinosa (que también le ha hecho perder ya más de una cita). Algunos dicen que habla con palabras medio extrañas o le preguntan si es extranjera, lo cual a ella le parece también muy raro. A veces trata de hacerse pasar por una rubia tonta pero no le sale, ni siquiera con los claritos que se hace. Siempre terminan descubriendo a la oscura y sarcástica “freak” que se esconde abajo. Hasta el tipo que le vende sus cd’s truchos lo descubrió enseguida y le ofrece exactamente la música que a ella le gusta.

martes, 16 de enero de 2007

Ignacio -Acho- Almaenpena

Nadie sabe en qué momento cruzó el umbral, ni si llegó a cruzarlo del todo o si se quedó a mitad de camino de la nada. Es un ente amistoso aunque en numerosas ocasiones haga gala de un malhumor considerable y de un carácter serio, frío y bastante denso. Sus dos lugares favoritos de aparición terminan con el sufijo “teca” aunque difieren mucho entre sí: las biblio-tecas y las disco-tecas… Las bebidas espirituosas sirven para ganar su amistad temporal (típico socio de farra) y el que le regale un libro puede asegurarse su buena disposición por un largo tiempo. Quiere ser escritor desde que era un fantasmita pero por ahora se contenta con andar susurrando palabras a los vientos (especialmente al viento sur y sus derivados, el calor me hace mal). Se camufla bajo la apariencia de una persona normal y responsable desde las 8 hasta las 5, período durante el cual resulta por completo inofensivo como consecuencia de la camisa y la corbata. Su verdadera personalidad aflora por las noches, en las que deambula en busca de víctimas que tengan el valor y la poca prudencia de asomarse al interior de su abismo, lo cual -dicen quienes lo conocen- ha espantado a más de una. El apodo de cuatro letras -Acho- (variante del clásico que le correspondía por su nombre) se debió a las dificultades de pronunciación de sus primeros cinco años de vida, por lo cual prefirió suprimir la “N” inicial. También le dicen el Tigre Blanco y está en peligro de extinción.

¿El porqué de nuestra casa?

Cuando surgió el proyecto de escribir los dos en la revista dirigida por un amigo, colaborando con breves reseñas sobre temas literarios, quisimos tener también la versión “on line”, para estar acordes a la era que transitamos.

Bueno, la verdad es que yo, Ignacio, quise tener el blog y convencí de ello a Elia, quien no está demasiado encariñada con esto de la informática (todavía no llegamos a descubrir si es sólo por falta de tiempo para emplear a la práctica o si su mente produce una especie de ondas malignas que afectan el funcionamiento de estos aparatos electrónicos, resultando relativamente inmune sólo el “Word”, su herramienta de trabajo y ocio desde que tiene memoria).

¿El porqué de este espacio? Hay más de una respuesta, me imagino. La primera es porque blogger te da espacio gratis y entonces cualquiera puede tener su terrenito en este mundo intangible pero superpoblado que es la web. La segunda… y porque es divertido, al final de cuentas. Uno puede entregarle sus palabras al viento sin problemas ni consecuencias. El blog está ahí y sólo les hace perder el tiempo a aquellos que así lo desean, a quienes quieren invertir un par de minutos en leer lo que otros han escrito. Si damos rienda suelta a nuestra megalomanía, podemos decir que está relacionado también con permitir una mayor participación de la gente a través de sus comentarios, pero siendo realistas, tampoco esperamos que por acá pase mucha gente. Después de todo es una casa abandonada, no?

Para ir cerrando, lo que aquí van a poder leer son generalmente opiniones sobre temas variados, algunos de los cuales salieron publicados en la revista ya mencionada. Para las intimidades, lamentos y alegrías de cada uno, están nuestros respectivos blogs individuales, hacia los cuales esta casa tiene un pasadizo secreto, ahí al costado, en la barra lateral ésa.

Creo que como introducción ya alcanza, así que ahora doy paso a las presentaciones de los habitantes de la casa abandonada.