sábado, 17 de marzo de 2007

Julio Cortázar 2

Final del Juego: el dolor de la despedida.

El dolor de una despedida que ni siquiera nos damos cuenta de que es tal cosa, porque cuando somos niños, tontamente, nos morimos de ganas de crecer. Deseamos experimentar toda la vida de los adultos, ser dueños de esa libertad que creemos ilimitada, el famoso “poder hacer lo que quiero”. ¡Qué ironía! Al hacernos grandes sólo sabemos añorar aquellos días libres de responsabilidades, cuyas horas llenábamos con interminables juegos. Y recordamos las tardes lejanas en que éramos los soberanos de nuestros mundos fantásticos, donde podíamos ser héroes y malvados. Donde, paradójicamente, podíamos hacer lo que queríamos.

Final del juego es un cuento con aires tristes. Las protagonistas son tres nenas orgullosas de sus travesuras, que se divierten sobre todo con un juego, desconocido para la mamá y la tía, porque se escapan a jugarlo de siesta, mientras ellas duermen. Cuando el tren pasa cerca de la casa, se las ingenian con los más variados ornamentos para convertirse en estatuas o personificar actitudes. Y todo está bien, todo es un simple juego, hasta que uno de los espectadores del tren se convierte en protagonista. Un muchacho unos años mayor que ellas se fija, especialmente en una de las hermanas, marcando el límite de la infancia y la caída al abismo de la adolescencia. Desde que aparece Ariel el mundo ya no es el mismo, las relaciones se vuelven más complejas y es obligatorio mirarlo todo a través de un cristal muy diferente.

Me gustan varios aspectos de este cuento: lo maravilloso del mundo infantil que florece con sus juegos más allá de la vista de los adultos, el momento crítico de la transición, la primera herida antes de comprender siquiera que eso es, al final de cuentas, crecer.

No puedo identificar qué momento marcó mi final del juego. Si hoy supiera llegar hasta allí, me encantaría no leer las señales de la vida, que pasa veloz como el tren. Quisiera no ver al espectador convertido en protagonista, alejarme de él, indiferente, sin ninguna marca en mi corazón o mis retinas. Pero qué más da: es imposible y de seguro tampoco haría lo que ahora digo, pues aquello fue la emoción de ese momento, como lo fue para las chicas de Final del juego, y yo tenía, como ellas, todo el derecho a disfrutarlo, sufrirlo, sentir las emociones que traía.

Quizás, al reflexionar, nos demos cuenta de que es una bendición estar condenados a caminar sólo hacia adelante.


Leer el Cuento Final del Juego.


Comentario aparecido en la revista
Acción Cooperativa, Febrero 2007.

Julio Cortázar 1

La noche boca arriba: el reverso de la ficción.


Antes que nada: si no leyeron el cuento, este comentario podría adelantarles el final. Si no les importa, continúen.

Me declaro fan de Cortázar. Y éste es uno de mis cuentos favoritos, uno de mis pocos amores a la primera leída. Porque yo no me enamoro fácilmente, menos aún de los cuentos, con quienes soy todavía más exigente que con las personas (quizá porque en esas decisiones nunca influyen los efectos del alcohol…).

Cuando era chico conocí una leyenda urbana según la cual dormir boca arriba produce pesadillas. Tardé en comprobarlo, ya que siempre dormí boca abajo. Hasta que los ensayos de la agotadora vida adulta me hicieron desarrollar la capacidad de dormirme en cualquier lugar y posición. Y encontré certeza en la leyenda: las pesadillas eran más frecuentes al dormir boca arriba.

Ése es el quid de este cuento de virtudes muy destacables, que comienza sencillo pero atrapa inmediatamente. Un hombre sale en su moto pensando en llegar a algún lado, como cualquiera de nosotros, un día normal. El inevitable accidente trunca su viaje y se ve arrojado al pavimento por esquivar a la mujer que cruzó la calle aún cuando el semáforo daba luz verde. En la cama del hospital, con el brazo enyesado colgando de un aparato, empieza su noche boca arriba: comienzan las pesadillas. Y como dos extremos de diferente color que se degradan hacia el medio hasta el punto de mezclarse y no poder determinar dónde termina uno y comienza el otro, así se mezclan en esta historia pesadilla y realidad. Los sueños hablan de épocas antiguas, de un tiempo sagrado para los aztecas en el cual cazaban hombres de otras tribus, y los hacían ofrenda para sus dioses en un ritual cuyo cenit también le llegaba a la víctima boca arriba. La paz del hospital, la almohada blanda y la botella de agua contrastan con la desesperación de quien huye de sus cazadores a través de las ciénagas, aferrando con terror el amuleto que lo une a sus propios dioses, en un ruego por apartar el mal. Al final, cuando se acerca la madrugada, los límites se desdibujan y la ficción se da vuelta. Uno deja de ser cuanto creía, y lo de antes parece un ridículo sueño de bienestar ante la cruda realidad del horror.

En este cuento resplandece la maestría de Cortázar y además lo deja a uno imaginando. ¿Nunca tuvieron la sensación de que esta vida no es sino el fragmentado sueño de ese otro que ya fuimos o habremos de ser? Las tierras oníricas son para nosotros un mundo extraño. A veces un cómodo refugio, otras, un infierno del que huimos gustosos, agradeciendo al cielo por haber despertado. Hasta que llega el día en el cual ya no lo hacemos.


Leer el Cuento La noche boca arriba.


Comentario aparecido en la revista
Acción Cooperativa, Febrero 2007.

Breve Biografía del Autor del Mes: Julio Cortázar.


Julio Cortázar nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914, de padres argentinos. Llegó a Argentina a los cuatro años de edad. Pasó la infancia en Bánfield, un suburbio de Buenos Aires. En 1932 se graduó como maestro de escuela e inició estudios en la Universidad de Buenos Aires los que debió abandonar por razones económicas. Enseñó literatura francesa en la Universidad de Cuyo, Mendoza y renunció a su cargo por desacuerdos con el gobierno. En 1951 se trasladó a París donde trabajó como traductor independiente. En 1938 publicó, con el seudónimo Julio Denis, el libro de sonetos Presencia.

En 1949 aparece su obra dramática Los reyes. Dos años después, en 1951, publica Bestiario. A partir de los años sesenta se difunden los textos que le dieron renombre internacional, las novelas: Los premios (1960), Rayuela (1963), 62/ Modelo para armar (1968) y Libro de Manuel (1973). Otros libros que incluyen relatos, cuentos y géneros híbridos (ensayos, crónicas, cuentos, mini-ficciones y textos humorísticos) son: Final de juego (1956), Las armas secretas (1959), Historias de cronopios y famas (1962), Todos los fuegos el fuego (1966), La vuelta al día en ochenta mundos (1967), Último round (1968), Octaedro (1974), Alguien que anda por ahí (1977), Un tal Lucas (1979), Queremos tanto a Glenda (1980), Deshoras (1982). En 1984 recibió de manos de Ernesto Cardenal (poeta y entonces Ministro de Cultura de Nicaragua) la "Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío". Murió en París el 12 de febrero de 1984. Ese año en México se publicó el poemario Salvo el crepúsculo. A partir de 1986 han visto la luz las obras completas de Cortázar, incluso aquellas que habían permanecido inéditas. Su obra es un homenaje a la fantasía, el humor, la imaginación creadora y el manejo magistral del lenguaje.


Fuente de la Biografía: Red Escolar.